El tiempo, inocuo estallido del Universo, regala una estructura
esquelética de infancia, juventud, y ancianidad.
Los años son la médula de la historia que comprimimos en archivos de recuerdos.
El tiempo es una inmóvil estatua de la ilusión. Dicen algunas
criaturas sugestionadas, que por nosotros pasa, delegando en su viaje
el desgaste de nuestros huesos.
Nosotros somos segundos convertidos en átomos, lo que oportunamente
nos permite crecer. Cuando nuestra estructura envejece, nuestro
interior pudiera ser un jardín de flores nuevas, si en lugar de
preocuparnos por suavizar las líneas del rostro, nos ocupamos de
profundizar la caricia que la experiencia regala.
Podríamos entonces decretar, ¿ feliz año nuevo, ó feliz nuevo pensamiento?
Espectar novedad en la continuidad de nosotros mismos, cuando un
número de almanaque incrementa su antigüedad, y nos hace virar la
página, es insuficiente en objetivos por cumplir. Un nuevo año no
plagia el comportamiento del porvenir, luego no implica un paquete de
eventos impredecibles, que pudiera asaltarte; tú eres quien genera, y
por ende transformas para bien o para mal tu esencia personal, y el
aroma de tu entorno, entonces deseémonos un nuevo amanecer en el
pensamiento.
NOSOTROS, simplifica al yo, tú, él, ó ella, entonces reintegremos
nuestros destellos hasta convertirlos en luz.
Feliz Nuevo Esplendor!
Caridad Barrera
Enero, 2018
El Mensajero Místico 